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Columnas en la película ROMA: Símbolo de apoyo y solidaridad

Cualquier explicación debe comenzar por lo evidente, por lo que compartimos todos; en otras palabras, se debe empezar por el principio. Las columnas, sin importar su tamaño, su estilo, su sabor, o cualquier característica aparente, tienen una única función: soportar. Las columnas soportan, y por eso ver una de ellas sin cuerpo alguno sobre su cabeza es inquietante y absurdo; será entonces la imagen de la ruina de algo que se desintegró y ya no es más. Un objeto aislado que ha perdido sus conexiones.

La película mexicana ROMA, de Alfonso Cuarón, está llena de dos cosas: dramas en su historia, y columnas en lo visual. Dramas por un lado y por otro, aquí y allá, tragándose a los personajes sin discriminar su posición social, etnia, edad, aunque el sexo parece determinante y condición suficiente para ser el engullido y no el engullidor: la madre y esposa a la que el esposo está abandonando en un proceso largo y doloroso, y la sirvienta humilde de esa familia fragmentada, miembro de una comunidad históricamente menospreciada y aislada, cuya única oportunidad es servir; engañada por un hombre que niega la paternidad del hijo que espera.


Son estas circunstancias las que permiten entender la imagen de la columna como símbolo de la fortaleza humana: Sofía, la madre, debe permanecer erguida como soporte de sus hijos a pesar del dolor de la pérdida que experimenta. Sin embargo, una escena completa el significado de la metáfora, ampliando el rango de similitudes entre las propiedades de las columnas y de las personas: Sofía llega con su carro a su casa, ebria, con su espíritu fracturado, y parqueando golpea una columna de la estructura de la casa y la fractura. En este momento la madre empieza a sucumbir ante la angustia y ya no puede ser más la columna de una familia que queda sin pilar, que resquebrajado, se debilita y ya no puede soportar. Las propiedades físicas y espirituales se conectan aquí.

Por otro lado, el personaje de Cleo se va desarrollando y se convierte en la columna, a pesar de su drama, que ya no puede ser Sofía. En este personaje la metáfora acaba y la fortaleza del espíritu humano opera de manera inversa a la de la columna: aumenta con sus fisuras. La imagen de Cleo como soporte se hace evidente en la escena en que es la única capaz de sostenerse en una pierna, segura y en armonía, mientras decenas de hombres entrenados por un extraño maestro tiemblan y no consiguen permanecer parados, no pueden permanecer estables en esa posición. Después vemos que estos hombres salen a las calles en una protesta con el objetivo de destruir y desestabilizar mediante esta destrucción, acción opuesta a la construcción que es posible por el apoyo de la columna.


El drama de Cleo, la sirvienta, va en aumento y llega a un clímax de tragedia absoluta cuando pare a su bebé muerta, pero luego de este hecho salva a uno de los hijos de Sofía de morir ahogado en el mar. En esta escena se muestran las columnas menos robustas y elegantes de las muchas que aparecen en la película; se ven viejas y sucias y sostienen un techo de paja con algunos huecos. Estas columnas hacen pensar en Cleo, o mejor, en las apariencias de Cleo: pequeña y humilde, en uno de los trabajos más subvalorados, pero que, sin embargo, es dueña de tal fuerza y carácter que consigue sostener a una familia, estructura más delicada y sensible que las conseguidas por las columnas físicas, pero cuya reconstrucción es mucho más difícil.



El espíritu humano es misterioso y sorprendente, dotado de una fuerza que aumenta con la adversidad y el sufrimiento de los que queremos. Se hace evidente la naturaleza solidaria de nuestro espíritu, de nuestra voluntad, cuando nos encontramos con alguien que necesita ayuda y que al dársela nos reconfortamos de nuestros sufrimientos y tristezas, cuando solos no éramos capaces de recuperarnos. Las columnas hacen parte de un todo conectado por fuerzas invisibles, pero manifiestas en la armonía de ese todo.

La posibilidad de dar, de sacrificarnos por otros, es el mayor de los regalos que podemos tener: nos permite desplegar nuestro espíritu con todo su brillo y toda su fuerza, con todo su valor y belleza. No hay cosa más inquietante y absurda que una columna sola, sin nada que sostener.



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